miércoles, 12 de febrero de 2014

Diagrama de "El gran Gatsby" de F.S. Fitzgerald de acuerdo al diagrama de Bourdieu.













Bibliografía:

Bourdieu, Pierre. "Espacio social y espacio simbólico" en Razones prácticas sobre la teoría de acción. Barcelona: Anagrama, 1997 (11-26 pp).

Fitzgerald, Francis. "El gran Gatsby". Maxtor: España, 2007.

jueves, 6 de febrero de 2014

Fundamentos y carencias de los estudios culturales - Frankfurt, Arendt y la crítica moderna

El siglo XX, entre la gran cantidad de revoluciones artísticas y culturales que tuvo, también trajo consigo el despertar del interés en diversas disciplinas por el estudio de un fenómeno que cada vez se expandía y se hacía más evidente, hablamos de la denominada “cultura de masas”, cuyo gran auge se vio reflejado con mayor fuerza a mediados de siglo. Entre los diversos factores que propiciaron el desarrollo de esta cultura que crecía vorazmente, uno de los más significativos fue el económico, puesto que, con la instauración del capitalismo, y con éste del consumismo, la cultura, y con ella el arte, comenzaron a verse en la necesidad de adaptarse a estas prioridades sociales para poder subsistir, por lo que habría de tornarse en un “arte destinado al consumo masivo, producido y distribuido por las tecnologías de masas”.
Con todo, es preciso señalar que la apreciación de esta “cultura de masas” no habría de ser unívoca, sino que, al contrario, al volverse un fenómeno de interés para diferentes disciplinas, habría de ser estudiada y examinada desde diferentes ángulos y puntos de vista, cada uno de ellos de acuerdo a los particulares intereses de cada área y/o autor, aunque, como nos menciona la autora María Luengo Cruz, en el fondo de todas las teorías habría de subyacer en interés común, y ése era el de reflexionar sobre “la autonomía o no de la cultura respecto a la sociedad moderna.”
            Partiendo de esta idea, la autora opta por clasificar las diferentes teorías y autores en dos categorías generales: los “racionalistas” contra los “idealistas”. Sobre estos, nos dice que, por un lado, los racionalistas “considerarán que la cultura responde mecánicamente a fuerzas externas, mientras que los enfoques idealistas acentúan la dimensión interna, subjetiva de la cultura”. Aparte de esta clasificación, la autora también divide las perspectivas según “adopten una postura colectivista o individualista.” Así, “para los teóricos colectivistas, los patrones culturales preceden a los hábitos culturales del individuo porque, a su vez, dependen de una estructura social preexistente que dirige la producción y recepción colectiva de la cultura, bien hacia un sistema impuesto desde fuera, por ejemplo la sociedad capitalista del consumo (racional-colectivismo), bien hacia unos principios internos (ideal-colectivismo). Por el contrario, los teóricos individualistas creen que la cultura es consecuencia de una opción individual. El individuo autónomo, libre, decide las pautas de la creación y fruición estética, al margen de cualquier tipo de condicionamientos sociales”.
Ahora bien, entre las diferentes teorías y perspectivas que surgieron en torno a la denominada “cultura de masas”, una de las que tuvo mayor impacto social fue la de la denominada “escuela de Frankfurt”, cuya propuesta estuvo principalmente encabezada por los autores T. W. Adorno y M. Horkheimer.
Theodor Adorno y Max Horkheimer

            Respecto a esta teoría, de acuerdo a lo anteriormente mencionado, apreciamos que se trata de una postura “racional-colectivista”, por ello, habría de considerar a la “cultura de masas” como respuesta a factores externos, de entre los cuales, el principal habría de ser el modelo capitalista y la sociedad consumista que este mismo produce. Así, observamos que este sistema económico regente; y los principios básicos que lo rigen: producción y obtención de bienes materiales, habrían de trasplantarse también a la esfera cultural y artística. Por consiguiente, la cultura habría de convertirse ahora en un “producto” comercial cuyo único fin era la remuneración económica.
            Todo lo anterior, de acuerdo a Adorno y Horkheimer, ha de provocar que la cultura y el arte pierdan su función estética y significante para volverse meros “objetos” sin un significado en particular salvo el comercial. En este punto, observamos entonces que la perspectiva que estos autores tienen en torno a la “cultura de masas” es negativa, puesto que ven en ella una crisis y una decadencia de la cultura.
            Por este motivo mismo, habrán de decidirse por establecer una tajante división entre lo que habrían de considerar como “arte” propiamente dicho; con todas las características que una obra de alta calidad estética debía poseer, y entre la “cultura de masas”, vista como una “industria cultural” cuyo fin primordial era producir ganancias, o en palabras de los propios autores, “las formas populares no fluían ya del alma de la obra; por el contrario, venían impuestas desde fuera, «a modo de estampa», según la utilidad y valor de cambio de los productos”.
            Entonces, este carácter mercantil adquirido por la cultura ha de sustituir a “las cualidades estéticas de la obra de arte por el valor de cambio que fijaba externamente la lógica comercial.”  En este punto, un claro ejemplo lo encontramos en los llamados “libros de superación personal” que actualmente abundan en nuestra sociedad, los cuales, renuncian a la “calidad” literaria en aras de ofrecer un producto que el público consuma en grandes cantidades.
Partiendo del ejemplo anterior, surge entonces la duda por saber ¿qué características de estos productos los hacen tan demandados por el público? Pues buen, para Adorno y Horkheimer, “la evasión y el divertimento constituyeron las nuevas formas de «placer estético». La sociedad capitalista hacía de la diversión una necesidad vital”. Un claro ejemplo de esto (quizá un poco burdo), lo hallamos en las “telenovelas”, las cuales han sustituido en gran medida a las novelas literarias y otras formas culturales puesto que han sido consumidas de manera sorprendente por el público. Dichas telenovelas, cabe decir, constituyen auténticos medios de evasión y ocio para las personas.
Así mismo, otro ejemplo lo podemos encontrar en la gran industria cinematográfica “Hollywood”, la cual, sobre todo a partir de los años 50’s, se constituyó en gran medida en una productora cuyos filmes poseían un trasfondo o un contenido esencialmente “recreativo”, una industria de entretenimiento en resumidas palabras.  
            Cambiando un poco de asunto, es necesario mencionar la postura de la autora Hanna Arendt, quien, si bien se hallaba en una línea similar a Adorno y Horkheimer, difería de estos en que, para ella, “si el arte corría peligro, no era por la amenaza de una cultura de masas, sino por la actitud de una sociedad de masas, heredera de la sociedad moderna, que suplía el arte por el entretenimiento como consecuencia de un afán desmedido por consumir.” Un ejemplo de esto último la hallamos en los famosos “Best-sellers”, los cuales, si actualmente continúan produciéndose en grandes cantidades y con amplios alcances es en gran medida gracias a que la sociedad de masas; en búsqueda de divertimento, los sigue consumiendo insaciablemente, favoreciendo así su continua producción.
Hannah-Arendt

            Arendt, también preocupada por la decadencia de la producción cultural, diferenció entre el arte y los “bienes de consumo”, estableciendo que “los bienes de consumo se distinguían de los objetos de la cultura en que estos últimos permanecían más allá de su consumo inmediato.” Un ejemplo de esto podemos hallarlo en la música, reflejado esencialmente en algunos artistas y grupos denominados “pop”, los cuales, no suelen tener una duración muy larga (10 años cuando mucho), puesto que están diseñados meramente para fines comerciales, de manera que, cuando su valor comercial se agota, simplemente se reemplazan por un producto más novedoso y así sucesivamente. Caso contrario es el de cierto tipo de música de gran calidad estética (pongamos por ejemplo la música clásica: Beethoven, Mozart, entre otros), la cual, no obstante la distancia, ha logrado mantenerse en el tiempo. 

Referencias:
Luengo Cruz, Maria. Fundamentos y carencias de los estudios culturales: una revisión teórico-crítica del ámbito popular culture. Universidad Carlos III. 2006. Madrid, España.




miércoles, 5 de febrero de 2014

Cuestionario Post-estructuralismo - Segunda parte

1-      ¿Qué es un signo saludable y un signo doble?

Para Barthes, signo "saludable" es el que llama la atención sobre su propia arbitrariedad, que no quiere hacerse pasar por "natural" sino que, en el preciso momento de transmitir un significado, comunica también algo de su propia condición relativa, artificial.” El signo "doble", por su parte, es aquel que “hace señales dirigidas a su propia existencia material a
la vez que transmite un significado”.

2.- ¿Qué es un texto escribible?

Los textos "escribibles" son aquellos que “animan al crítico a modelarlos, a trasladarlos a diferentes tipos de discurso, a producir un juego propio semiarbitrario de significado en contraposición a la obra. El lector o el crítico cambian su papel de consumidor por el de productor. la literatura es entonces menos un objeto al que esa crítica debe adaptarse que un espacio libre donde puede jugar a sus anchas.
El texto "escribible" carece de significado preciso y de "significados" fijos, está compuesto de varios elementos difusos, constituye un tejido inagotable o una galaxia de significantes, una tela inconsútil de códigos y fragmentos de códigos, a través de los cuales el crítico puede abrir su propia brecha aventurera. No hay principio ni fin, ni secuencias que no puedan dar marcha atrás, ni jerarquía de "niveles" textuales que nos indiquen lo que es más
significativo o menos. Cada palabra, cada frase o trozo constituye una reelaboración de escritos que precedieron o que rodean una obra en particular. No existe la "originalidad" literaria, tampoco la "primera" obra literaria, toda la literatura es "intertextual"

3.-¿Cuál es el grado cero de la escritura?
Es aquel que convierte al acto de escribir en un acto intransitivo, es decir, no escribir “sobre un tópico específico y con una finalidad en particular”, en otras palabras, considerar al acto de escribir, “en sí mismo, una finalidad y una pasión. El escribir se vuelve sobre sí mismo en un acto narcisista, pero siempre preocupado y eclipsado por la culpa de su propia inutilidad.” 
El escribir, entonces, intenta “liberarse de la contaminación del significado social, ya sea insistiendo en la pureza del silencio (como ocurre con los simbolistas), o bien buscando una austera neutralidad, un “grado cero de la escritura”

4.- ¿Cuál es el último terreno que queda al placer del significante?

“Escribir o el leer-como-si-se-escribiera, constituye el último terreno sin colonizar donde el intelectual puede esparcirse, saborear la suntuosidad del significante. Al escribir, la tiranía del significado estructural podría quedar rota y dislocada por el libre juego del lenguaje, y el sujeto, es decir, el escribir/leer, quedaría libre de la camisa de fuerza de una única identidad para pasar a un yo arrobadoramente amplio.”

5.- ¿Cuál es la relación entre el post-estructuralismo y el compromiso político?

Como consecuencia al fracaso que significó el movimiento estudiantil europeo de 1968, cuyas aspiraciones de solidarizarse con la clase obrera en su búsqueda del derrocamiento del autoritarismo de las instituciones; así como de su búsqueda de conquista del poder, se vieron violentamente frustradas y reprimidas por el poder del estado, surgió entonces el postestructuralismo, producto a su vez de “esa mezcla de euforia y desilusión, liberación y disipación, carnaval y catástrofe de 1968.” De ese modo, viéndose incapaces de “romper las estructuras del poder estatal, el postestructuralismo vio que sí era posible subvertir la estructura del lenguaje.”

6.- ¿Cuáles son los argumentos de Eagleton contra los post-estructuralistas?

Entre algunos de los argumentos que Eagleton manifiesta contra los post-estructuralistas, encontramos principalmente la crítica a su idea del escepticismo ante el carácter absoluto del signo, de su “no-significar”. De ese modo, para Eagleton, “decir que no existen fundamentos absolutos para el empleo de palabras como verdad, certeza, realidad, etc., no equivale a decir que carezcan de significado o que sean ineficaces.”

Así mismo, una desventaja que encuentra en el post-estructuralismo, es que en él, “la opinión según la cual el aspecto más significativo de cualquier texto consiste en que no sabe de qué está hablando, suena a cansada resignación ante la imposibilidad de la verdad.”  De igual modo, sobre la desconstrucción, nos dice que ésta “libera de buenas a primeras de tener que asumir una posición sobre cuestiones de importancia, pues el decir tales cosas no es más que producto pasajero del significante que por ningún concepto puede  considerarse "verdadero" o "serio".

Igualmente, menciona que, en esta forma, “la crítica literaria se convierte en un asunto irónico y poco seguro, en una aventura desconcertante hacia el vacío interior del texto que pone de manifiesto el carácter ilusorio del significado, la imposibilidad de la verdad y las argucias engañosas de todo discurso.

Por último, también apreciamos, que, en cuanto a la desconstrucción anglonorteamericana, nos dice que, al centrar su crítica en textos fundamentalmente cerrados; y por ende, vacíos, “poco puede hacerse con ellos  excepto admirar la forma implacable con que se diluyeron todas las partículas positivas de significado textual.”

7.-  Busca un texto que ejemplifique el signo saludable y el signo doble.

Un ejemplo de signo saludable podría ser un texto de Voltaire en donde dice:

“Cuando un diplomático dice sí, quiere decir «quizá»;
cuando dice quizá, quiere decir «no»;
y cuando dice no, no es un diplomático.
Cuando una dama dice no, quiere decir «quizá»;
cuando dice quizá, quiere decir «sí»;
y cuando dice sí, no es una dama.”

            En este ejemplo, podemos observar claramente como el autor pretende poner de manifiesto el carácter arbitrario de los signos, puesto que estos pueden presentar valores diferentes a los asignados, denotando así su “condición relativa, artificial”.
            Por otra parte, un ejemplo de “signo doble” podemos encontrarlo en el poema de César Vallejo “A lo mejor soy otro…”, en donde puede apreciarse la forma en que un signo (en nuestro ejemplo puede ser el caso de “disco”) “hace señales dirigidas a su propia existencia material a la vez que transmite un significado”.

A lo mejor, soy otro; andando, al alba, otro que marcha
en torno a un disco largo, a un disco elástico:
mortal, figurativo, audaz diafragma.
A lo mejor, recuerdo al esperar, anoto mármoles
donde índice escarlata, y donde catre de bronce,
un zorro ausente, espurio, enojadísimo.
A lo mejor, hombre al fin,
las espaldas ungidas de añil misericordia,
a lo mejor, me digo, más allá no hay nada.

Me da la mar el disco, refiriéndolo,
con cierto margen seco, a mi garganta;
¡nada, en verdad, más ácido, más dulce, más kanteano!
Pero sudor ajeno, pero suero
o tempestad de mansedumbre,
decayendo o subiendo, ¡eso, jamás!

Echado, fino, exhúmome,
tumefacta la mezcla en que entro a golpes,
sin piernas, sin adulto barro, ni armas,
una aguja prendida en el gran átomo...
¡No! ¡Nunca! ¡Nunca ayer! ¡Nunca después!

Y de ahí este tubérculo satánico,
esta muela moral de plesiosauro
y estas sospechas póstumas,
este índice, esta cama, estos boletos.


Bibliografía:
Eagleton, Terry. Una introducción a la teoría literaria. Fondo de Cultura Económica. 1998. México, D.F.