jueves, 6 de febrero de 2014

Fundamentos y carencias de los estudios culturales - Frankfurt, Arendt y la crítica moderna

El siglo XX, entre la gran cantidad de revoluciones artísticas y culturales que tuvo, también trajo consigo el despertar del interés en diversas disciplinas por el estudio de un fenómeno que cada vez se expandía y se hacía más evidente, hablamos de la denominada “cultura de masas”, cuyo gran auge se vio reflejado con mayor fuerza a mediados de siglo. Entre los diversos factores que propiciaron el desarrollo de esta cultura que crecía vorazmente, uno de los más significativos fue el económico, puesto que, con la instauración del capitalismo, y con éste del consumismo, la cultura, y con ella el arte, comenzaron a verse en la necesidad de adaptarse a estas prioridades sociales para poder subsistir, por lo que habría de tornarse en un “arte destinado al consumo masivo, producido y distribuido por las tecnologías de masas”.
Con todo, es preciso señalar que la apreciación de esta “cultura de masas” no habría de ser unívoca, sino que, al contrario, al volverse un fenómeno de interés para diferentes disciplinas, habría de ser estudiada y examinada desde diferentes ángulos y puntos de vista, cada uno de ellos de acuerdo a los particulares intereses de cada área y/o autor, aunque, como nos menciona la autora María Luengo Cruz, en el fondo de todas las teorías habría de subyacer en interés común, y ése era el de reflexionar sobre “la autonomía o no de la cultura respecto a la sociedad moderna.”
            Partiendo de esta idea, la autora opta por clasificar las diferentes teorías y autores en dos categorías generales: los “racionalistas” contra los “idealistas”. Sobre estos, nos dice que, por un lado, los racionalistas “considerarán que la cultura responde mecánicamente a fuerzas externas, mientras que los enfoques idealistas acentúan la dimensión interna, subjetiva de la cultura”. Aparte de esta clasificación, la autora también divide las perspectivas según “adopten una postura colectivista o individualista.” Así, “para los teóricos colectivistas, los patrones culturales preceden a los hábitos culturales del individuo porque, a su vez, dependen de una estructura social preexistente que dirige la producción y recepción colectiva de la cultura, bien hacia un sistema impuesto desde fuera, por ejemplo la sociedad capitalista del consumo (racional-colectivismo), bien hacia unos principios internos (ideal-colectivismo). Por el contrario, los teóricos individualistas creen que la cultura es consecuencia de una opción individual. El individuo autónomo, libre, decide las pautas de la creación y fruición estética, al margen de cualquier tipo de condicionamientos sociales”.
Ahora bien, entre las diferentes teorías y perspectivas que surgieron en torno a la denominada “cultura de masas”, una de las que tuvo mayor impacto social fue la de la denominada “escuela de Frankfurt”, cuya propuesta estuvo principalmente encabezada por los autores T. W. Adorno y M. Horkheimer.
Theodor Adorno y Max Horkheimer

            Respecto a esta teoría, de acuerdo a lo anteriormente mencionado, apreciamos que se trata de una postura “racional-colectivista”, por ello, habría de considerar a la “cultura de masas” como respuesta a factores externos, de entre los cuales, el principal habría de ser el modelo capitalista y la sociedad consumista que este mismo produce. Así, observamos que este sistema económico regente; y los principios básicos que lo rigen: producción y obtención de bienes materiales, habrían de trasplantarse también a la esfera cultural y artística. Por consiguiente, la cultura habría de convertirse ahora en un “producto” comercial cuyo único fin era la remuneración económica.
            Todo lo anterior, de acuerdo a Adorno y Horkheimer, ha de provocar que la cultura y el arte pierdan su función estética y significante para volverse meros “objetos” sin un significado en particular salvo el comercial. En este punto, observamos entonces que la perspectiva que estos autores tienen en torno a la “cultura de masas” es negativa, puesto que ven en ella una crisis y una decadencia de la cultura.
            Por este motivo mismo, habrán de decidirse por establecer una tajante división entre lo que habrían de considerar como “arte” propiamente dicho; con todas las características que una obra de alta calidad estética debía poseer, y entre la “cultura de masas”, vista como una “industria cultural” cuyo fin primordial era producir ganancias, o en palabras de los propios autores, “las formas populares no fluían ya del alma de la obra; por el contrario, venían impuestas desde fuera, «a modo de estampa», según la utilidad y valor de cambio de los productos”.
            Entonces, este carácter mercantil adquirido por la cultura ha de sustituir a “las cualidades estéticas de la obra de arte por el valor de cambio que fijaba externamente la lógica comercial.”  En este punto, un claro ejemplo lo encontramos en los llamados “libros de superación personal” que actualmente abundan en nuestra sociedad, los cuales, renuncian a la “calidad” literaria en aras de ofrecer un producto que el público consuma en grandes cantidades.
Partiendo del ejemplo anterior, surge entonces la duda por saber ¿qué características de estos productos los hacen tan demandados por el público? Pues buen, para Adorno y Horkheimer, “la evasión y el divertimento constituyeron las nuevas formas de «placer estético». La sociedad capitalista hacía de la diversión una necesidad vital”. Un claro ejemplo de esto (quizá un poco burdo), lo hallamos en las “telenovelas”, las cuales han sustituido en gran medida a las novelas literarias y otras formas culturales puesto que han sido consumidas de manera sorprendente por el público. Dichas telenovelas, cabe decir, constituyen auténticos medios de evasión y ocio para las personas.
Así mismo, otro ejemplo lo podemos encontrar en la gran industria cinematográfica “Hollywood”, la cual, sobre todo a partir de los años 50’s, se constituyó en gran medida en una productora cuyos filmes poseían un trasfondo o un contenido esencialmente “recreativo”, una industria de entretenimiento en resumidas palabras.  
            Cambiando un poco de asunto, es necesario mencionar la postura de la autora Hanna Arendt, quien, si bien se hallaba en una línea similar a Adorno y Horkheimer, difería de estos en que, para ella, “si el arte corría peligro, no era por la amenaza de una cultura de masas, sino por la actitud de una sociedad de masas, heredera de la sociedad moderna, que suplía el arte por el entretenimiento como consecuencia de un afán desmedido por consumir.” Un ejemplo de esto último la hallamos en los famosos “Best-sellers”, los cuales, si actualmente continúan produciéndose en grandes cantidades y con amplios alcances es en gran medida gracias a que la sociedad de masas; en búsqueda de divertimento, los sigue consumiendo insaciablemente, favoreciendo así su continua producción.
Hannah-Arendt

            Arendt, también preocupada por la decadencia de la producción cultural, diferenció entre el arte y los “bienes de consumo”, estableciendo que “los bienes de consumo se distinguían de los objetos de la cultura en que estos últimos permanecían más allá de su consumo inmediato.” Un ejemplo de esto podemos hallarlo en la música, reflejado esencialmente en algunos artistas y grupos denominados “pop”, los cuales, no suelen tener una duración muy larga (10 años cuando mucho), puesto que están diseñados meramente para fines comerciales, de manera que, cuando su valor comercial se agota, simplemente se reemplazan por un producto más novedoso y así sucesivamente. Caso contrario es el de cierto tipo de música de gran calidad estética (pongamos por ejemplo la música clásica: Beethoven, Mozart, entre otros), la cual, no obstante la distancia, ha logrado mantenerse en el tiempo. 

Referencias:
Luengo Cruz, Maria. Fundamentos y carencias de los estudios culturales: una revisión teórico-crítica del ámbito popular culture. Universidad Carlos III. 2006. Madrid, España.




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